Perspectivas para la implementación del enfoque SIPAM en los sistemas agroalimentarios de Bolivia.

Evaluación participativa de las variedades de papa en Colomi. Crédito: Bioversity International/P. Bordoni
Evaluación participativa de las variedades de papa en Colomi. Crédito: Bioversity International/P.
Bordoni

 

Autoras: Ana Patricia Huanca, Fabiana Navia Miranda, Thaís Vargas.

 

Los sistemas agrícolas son el resultado de la co-adaptación del ser humano y su territorio. En estos sistemas se pueden reconocer procesos históricos e interacciones complejas a diferentes niveles, contribuyendo al imaginario evolutivo del paisaje, y demostrando su capacidad adaptativa a las demandas humanas. En el caso particular de los sistemas agrícolas tradicionales, éstos se destacan por las características ligadas a la cultura local y a las diferentes sinergias sociales propias de cada contexto.

A nivel global, el 2002 surge el programa Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que busca reconocer, como su nombre indica, el patrimonio agrícola en el mundo, a fin de preservar y poner en valor los saberes y las técnicas, sostenibles y resilientes, que se relacionan con estos sistemas. En tiempos de crisis económica, social, sanitaria y de un amenazante cambio climático, alternativas de producción y consumo son necesarias.

El presente artículo pretende resaltar las oportunidades y los retos para la implementación del enfoque SIPAM en Bolivia, un país de gran diversidad biocultural, pero aún afectado por la pobreza y la desigualdad.

Palabras clave: SIPAM; Sistemas agroalimentarios; Resiliencia; Políticas públicas; Desarrollo territorial.

Panorama de los sistemas agroalimentarios en Bolivia

Los paisajes agrícolas, desde tiempos ancestrales, son la representación del trabajo de hombres y mujeres que impulsan sistemas agroalimentarios tanto para el consumo familiar como para el abastecimiento de pobladores vecinos. Es a través de conocimientos y saberes transmitidos por generaciones que se promueven modos de ordenar el espacio (Tapia Ponce, 2002, p. 34), permitiéndoles tener un manejo sustentable del territorio. En los últimos años, “el factor ambiental ligado al cambio climático incide en la pérdida de la cosecha” (Mayta Chipana, 2016) y a esto se suman los acelerados procesos de producción masiva, el uso de productos genéticamente modificados y los monocultivos. Este modelo económico extractivista tiene consecuencias importantes para los productores locales, que muchas veces dejan de ser beneficiarios directos, lo que ocasiona una desestabilización económica en las comunidades productoras y acrecienta las desigualdades, desencadenando una migración hacia áreas urbanas, bajo la aspiración de “mejorar la condición de vida” (Manzur et al., 2009).

Iniciar un proceso de reconocimiento de las contribuciones de la agricultura familiar y tradicional, indispensables para la seguridad y soberanía alimentaria, es un reto que involucra a la sociedad entera, más aún cuando estos territorios se ven amenazados por políticas estatales[1] que promueven la deforestación de los bosques, la ampliación de la frontera agrícola, el uso intensificado de los recursos naturales no renovables, la desaparición de la biodiversidad y otros factores que escapan del control humano, como la actual pandemia COVID-19. Por otra parte, en 2014, el Estado Boliviano promulga la Política de Alimentación y Nutrición en el marco del Saber Alimentarse para el Vivir Bien (Decreto Supremo N°2167), abriendo la posibilidad, al menos teóricamente, de iniciar procesos de fortalecimiento de sistemas agroalimentarios familiares y promoviendo alternativas desde el sector privado y la cooperación internacional para la valorización de sistemas desde una visión local y articuladora.

Por otro lado, un aspecto fundamental en Bolivia es el rol de la organización local interna, que promueve la planificación y cooperación conjunta entre los habitantes locales bajo el lema de “complementariedad y reciprocidad” (Urioste, 2003), y en casos cada vez más frecuentes, destaca roles antes invisibilizados, como el de la mujer y el de los jóvenes que asumen nuevas responsabilidades, así como el resguardo de saberes de los ancianos en las comunidades indígenas. En este proceso se fueron sumando nuevos aliados estratégicos a nivel nacional que se consolidaron en el tiempo, con proyectos en diferentes ámbitos. Un ejemplo es el trabajo realizado por el Proyecto Biocultura y Cambio Climático (impulsado por el Gobierno boliviano y la Cooperación Suiza), sobre desarrollo territorial local y territorios bioculturales. Otras iniciativas interesantes se han desarrollado sobre el Patrimonio Alimentario Regional, con MIGA (Movimiento de Integración Gastronómico Boliviano) y el financiamiento de la cooperación internacional (ICCO, Hivos, FIDA, Embajada de Francia); sobre territorios de agrobiodiversidad (FAO Bolivia); y sobre agricultura familiar y mercados (Proyecto Mercados Inclusivos con la Cooperación Suiza y Sueca, Swisscontact y RIMISP). En este sentido, diversas redes multi-actorales se han ido fortaleciendo horizontal y verticalmente en el territorio, poniendo en valor los sistemas agroalimentarios funcionales, resilientes y sostenibles que existen en Bolivia. De esta manera, hoy en día la organización local proactiva se ratifica como un sistema de identidad regional, convirtiéndose en una cualidad muy importante del país.

Desde hace algunos años, la importancia de dichas redes y territorios como alternativa de respuesta a las crisis actuales está en el centro de discusiones a nivel global. En este sentido, la FAO lanza un programa de reconocimiento de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) el 2002, a fin de valorizar sistemas agrícolas ingeniosos, que combinan agrobiodiversidad, ecosistemas resilientes, paisajes excepcionales y un patrimonio biocultural importante. Además de su valor estético, estos sistemas se basan en conocimientos y prácticas tradicionales particulares e importantes a nivel mundial, ya que representan diferentes formas de adaptación, así como múltiples formas de gestión de los territorios por parte de las comunidades que los habitan (FAO, 2018; Koohafkan & Altieri, 2011). En ese marco, el enfoque SIPAM tiene como objetivo reconocer la complejidad de las relaciones y dinámicas sociales, históricas, económicas y territoriales presentes en los sistemas agrícolas tradicionales.

 

Vista de la Laguna Corani en Colomi, territorio biocultural. Crédito: Thaís Vargas

 

La importancia de la conservación dinámica y de una planificación social con poder de decisión

El enfoque SIPAM concibe el territorio como un espacio productivo, social y multifuncional (Magnaghi, 2013; Min & Zhang, 2019). Esto permite que las fronteras entre conservación y desarrollo se difuminen, llevándonos a pensar estos conceptos como complementarios, más que como opuestos. Preservar un sistema de patrimonio agrícola bajo el enfoque SIPAM no significa regirse únicamente por las reglas estrictas de la conservación biológica, sino más bien pensar en una conservación dinámica de los territorios que nos permita valorizarlos siguiendo un desarrollo rural sostenible, social y ambientalmente responsable.

Al pensar en multifuncionalidad, preservación y valorización, queda claro que la planificación y el seguimiento de estos sistemas agrícolas no puede ser sino integral: debemos pensar en una planificación que articule la gestión de usos del suelo, el desarrollo rural, la agricultura, el manejo de los ecosistemas y del paisaje.

Por otro lado, el enfoque SIPAM toma en cuenta que los sistemas agrícolas evolucionan y son el resultado de largos procesos adaptativos de las comunidades a su entorno. En este sentido, otro concepto clave es el de conservación dinámica de los sistemas: las herramientas de planificación no sólo deben prever los constantes cambios de los sitios por factores naturales, sino también tomar en cuenta que las necesidades de las comunidades que los habitan son igualmente variables.

Esto nos lleva a un último concepto SIPAM a considerar para la planificación: los procesos participativos. Una buena herramienta de planificación responde a las necesidades de los territorios y de las comunidades, algo que sólo se logra entender desde los territorios mismos. El rol de dinamizadores y dinamizadoras territoriales, de redes y de una buena comunicación público-privada a diferentes niveles (de locales a internacionales) es clave para alcanzar una planificación del desarrollo territorial que sea integral e inclusiva.

Si bien tener un acercamiento conceptual de la planificación es importante, aterrizar estos conceptos en políticas públicas a nivel nacional es igual de necesario para obtener resultados más concretos y adaptados a cada territorio. Sin embargo, no hay una receta única: países andinos de Latinoamérica como Chile, Ecuador y Perú están por ejemplo planteando formas particulares y adaptadas de implementación del enfoque SIPAM para valorizar sus sitios importantes de patrimonio agrícola[2]. En el caso boliviano, pensar en futuras iniciativas SIPAM significa, entonces, pensar también en cómo estos principios y conceptos podrían adaptarse a nuestra realidad y articularse con la legislación actual.

Veamos por ejemplo las ventajas que ofrecen las herramientas de planificación existentes en Bolivia para introducir el enfoque SIPAM. En primer lugar, se debe considerar la importancia de nuestro capital social para la gobernanza territorial local. En lo que nos concierne, la Ley de Participación Popular de 1994 abrió las puertas a la participación de la sociedad civil en la planificación local y la toma de decisiones, además de impulsar la descentralización y redistribución efectiva de recursos a los municipios del país (Ayo, 2004; Blanes, 2003). Actualmente, el Sistema de Planificación Integral del Estado boliviano (Ley N°777, 2016) también hace énfasis en que los procedimientos sean consensuados en las comunidades, con la participación de varios actores.

Por otro lado, este sistema de planificación prevé también una planificación basada en la gestión de “sistemas de vida[3], con el fin de alcanzar simultáneamente sistemas productivos sustentables, erradicación de la extrema pobreza y conservación de funciones ambientales y componentes de la Madre Tierra. En este sentido, la planificación territorial del Estado se dice integral y articulada con el desarrollo, cuadrando conceptualmente bastante bien con los principios SIPAM. Sin embargo, este tipo de planificación en Bolivia aún no ha tenido resultados claros en los territorios (Daza et al., 2020; Ramos Menar, 2019), que muchas veces pueden encontrarse amenazados por tensiones políticas y/o conflictos socioambientales (más aún si pensamos, por ejemplo, en territorios indígenas como las Tierras Comunitarias de Origen).

Cabe resaltar que el sistema de planificación boliviano prevé además la posibilidad de desarrollar planes intersectoriales y multinivel, algo fundamental para una implementación exitosa del enfoque SIPAM en el país.

Finalmente, para pensar en el escalamiento del enfoque SIPAM hacia políticas públicas nacionales, será importante rescatar las experiencias y el trabajo realizado, por ejemplo, con territorios bioculturales, patrimonio alimentario regional y zonas de agrobiodiversidad, que mencionamos previamente. Si bien estos proyectos no fueron diseñados específicamente bajo los criterios SIPAM, son iniciativas multi-actorales manejadas desde los territorios, que tienen como objetivo la valorización y dinamización de sistemas agrícolas, el aumento de la resiliencia en dichos territorios, la conservación del patrimonio, entre otros.

 

Grupo de camélidos en Villazón. Crédito: Moyra Oblitas

 

Aplicar el enfoque SIPAM en Bolivia: ¿hacia una red nacional de Sistemas de Patrimonio Agrícola?

Como se mencionó anteriormente, tanto el panorama de nuestros sistemas agroalimentarios como las oportunidades de nuestra legislación ‒ aún con sus limitantes ‒ son favorables para trabajar de manera conjunta en un reconocimiento nacional que permita visibilizar estrategias, actores territoriales claves y sitios potenciales que podrían ser reconocidos y gestionados bajo el enfoque SIPAM de la FAO.

En 2019, en el marco de la tesis de la primera maestría SIPAM a nivel mundial, F. Navia realiza una revisión conceptual, un análisis de factibilidad y un diagnóstico de los retos que conllevaría la implementación del programa SIPAM en Bolivia. Con este propósito, la autora analiza el sistema de terrazas agrícolas para el control vertical de pisos ecológicos en el valle de Charazani en el departamento de La Paz como caso de estudio, territorio que cuenta ya con un reconocimiento internacional; una declaratoria UNESCO de patrimonio inmaterial. A continuación, se detallan las principales conclusiones del análisis por criterio que establece el formato internacional SIPAM.

(1) Seguridad alimentaria y de los medios de subsistencia: en este criterio, además de la identificación de las características establecidas, es importante resaltar la capacidad resiliente de los sistemas agrícolas bolivianos a las amenazas del cambio climático y modelos económicos extractivistas, que soportados en muchos casos por políticas de gobierno (ver nota 1), rompen e invaden las múltiples redes creadas en el territorio, que mantienen con vida muchos de los posibles sistemas candidatos y que en la crisis sanitaria actual se han visibilizado jugando un papel fundamental en la subsistencia de la población.

(2) Biodiversidad y función ecosistémica: este criterio significa un gran reto, ya que la investigación en este ámbito en el país es poca y de difícil acceso, sobre todo por el poco respaldo técnico y económico con el que cuenta.

(3) Sistemas de conocimiento y tecnologías adaptadas, (4) Cultura, sistemas de valores y organizaciones sociales: ambos criterios comparten la misma reflexión: es fundamental no caer en el apriorismo de la capacidad de las estrategias locales para lograr sistemas ecológicos y socialmente justos, lo que Purcell & Brown (2005) denominan la “local trap”. En Bolivia existe la tendencia de relacionar todo lo ancestral, histórico, rural, indígena con buenas prácticas, por lo tanto, intocables, esta tendencia cancela cualquier capacidad de crítica, que en el caso de los SIPAM es fundamental, principalmente porque uno de sus principales objetivos es promover la conservación dinámica que acepta y motiva el cambio (sostenible y consciente) en los territorios y sistemas agrícolas.

(5) Paisajes Excepcionales: según el formato SIPAM, en este criterio se delimita el sitio en términos geográficos y se hace una descripción del paisaje, por medio de mapas de usos de suelo. Sin duda este criterio también significa un reto, principalmente en términos de recursos técnicos y económicos. La delimitación del área SIPAM no tiene directrices específicas, se adapta a las características de cada sitio, en el caso de Bolivia, hablando en términos legales y de gestión, los límites administrativos establecidos y las responsabilidades compartidas entre los diferentes niveles de gobierno, que a pesar de estar reglamentados en la práctica[4], se encuentran en constante disputa por la falta de claridad e interpretación de la propia ley, dificultando el proceso de delimitación del territorio a ser reconocido.

A pesar de que el sistema estudiado cumple a cabalidad con los 5 criterios SIPAM, la falta de institucionalidad en el territorio y particularmente la confusión en relación con las competencias de los diferentes actores (comunidades, municipio y demás niveles de gobierno) en la toma de decisión y administración del territorio y sus recursos, representa un importante obstáculo para la implementación del programa SIPAM en el sitio. El estudio llevó a concluir entonces, que aun contando con las características establecidas de un potencial SIPAM, es indispensable considerar también otros aspectos como la institucionalidad y la gobernanza, y en este sentido, apuntar por una planificación integral aprovechando las oportunidades que ofrece nuestra normativa, como se mencionó anteriormente.

Por otro lado, ese mismo año se consiguió organizar el primer conversatorio SIPAM en Bolivia, con la colaboración de organizaciones expertas (Proyecto Biocultura y Cambio Climático/Pro-Rural, Hivos, Plataforma Diversidad Biocultural y Territorios), la oficina FAO Bolivia, e invitados nacionales e internacionales. El evento tenía como objetivo presentar el programa y sus posibilidades de implementación en Bolivia, además de una reflexión conjunta sobre la adaptabilidad y disponibilidad de la realidad boliviana a los criterios internacionales SIPAM, para finalmente analizar el camino más prudente para su inclusión y futura implementación en el territorio.

Mediante este intercambio de experiencias y gracias a una retroalimentación constante entre actores nacionales y especialistas en la temática, se conforma una red regional de propuesta e innovación enfocada en repensar los territorios y la agricultura a través del programa SIPAM, cuya mayor fortaleza no es el reconocimiento internacional, sino las contribuciones que el proceso puede aportar a los sistemas de patrimonio agrícola en la escala local, y que continúa trabajando este 2020. Bajo esta perspectiva, se reconoce también la importancia de construir una estrategia para implementar el enfoque SIPAM en Bolivia, partiendo por ejemplo con la creación de una red nacional de Sistemas Importantes de Patrimonio Agrícola, o SIPAN. Este reconocimiento a nivel nacional sería un primer paso para poder trabajar por una declaratoria SIPAM en el futuro.

A lo largo de este artículo se pudo ver que implementar el enfoque SIPAM en Bolivia es una alternativa atractiva, en el sentido en que posibilita la valorización y preservación de nuestros sistemas de patrimonio agrícola, considerando tanto la sostenibilidad económica de las comunidades, como la sostenibilidad ambiental de nuestros territorios. Las políticas públicas de planificación y de gestión propuestas por el Estado boliviano son conceptualmente interesantes, y aunque muchas veces puedan ser contradictorias, generan la apertura necesaria para adaptar enfoques como el del programa SIPAM.

Superar los problemas estructurales de nuestra sociedad, economía y medio ambiente es un reto que nos concierne a todos y todas, y en este sentido, implementar propuestas innovadoras para un desarrollo territorial inclusivo, sostenible y con identidad se vuelve una necesidad. El camino que nos queda por recorrer es largo, pero oportuno.

[1] El compendio de normas estatales que aprueban los desmontes e incendios, parten de las Leyes Nacionales: Ley 337 Perdonazo de desmontes, Ley 502 Ampliación Perdonazo, Ley 739 nueva ampliación del perdonazo, Ley 740 Ampliación tiempo de función Económico Social, Ley 741 Desmontes de 20 hectáreas, Ley 1171 Manejo de quemas; Ley departamental PLUS del Beni; Decretos Supremos: Decreto 3874 Procedimiento abreviado de Soya Transgénicos, Decreto 3973 Quemas controladas Beni y Santa Cruz, Decreto 4232 de 10 días de transgénicos y Decreto 4238 de 40 días de transgénicos. 
[2] Actualmente esta región cuenta con dos SIPAM reconocidos (la agricultura del archipiélago de Chiloé en Chile y la agricultura andina en el Perú), además de dos en proceso de reconocimiento (la chakra andina y la chakra amazónica del Ecuador). En Chile, el exitoso SIPAM de Chiloé fue el primer paso para escalar a políticas públicas bajo los criterios FAO, pero centrándose sobre todo en la valorización del patrimonio biocultural de los territorios y la agricultura agroecológica y familiar. En el caso del Ecuador, el camino fue inverso: el primer paso fue implementar una red nacional (SIPAN) articulando inclusión social, conservación de la agrobiodiversidad y salvaguarda del patrimonio inmaterial, para luego apuntar a las declaratorias SIPAM. En Perú, actualmente se está trabajando con Zonas de Agrobiodiversidad (ZAB).
[3] Los sistemas de vida están definidos como “comunidades organizadas y dinámicas de plantas, animales, micro organismos y otros seres y su entorno, donde interactúan las comunidades humanas y el resto de la naturaleza como una unidad funcional, bajo la influencia de factores climáticos, fisiográficos y geológicos, así como de las prácticas productivas, la diversidad cultural de las bolivianas y los bolivianos, incluyendo las cosmovisiones de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, las comunidades interculturales y afrobolivianas.” (Ley N°300 Marco de la Madre Tierra y desarrollo integral para Vivir Bien, 2012).
[4] Capítulo octavo, Artículos 297-305 de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia correspondiente a la Distribución de Competencias de los distintos niveles de gobierno.

 

 

Referencias
Ayo, D. (2004). Voces críticas de la descentralización: Una década de Participación Popular (1a ed.). Plural editores.
Blanes, J. (2003). La descentralización en Bolivia: Avances y retos actuales. En F. Carrión (Ed.), Procesos de descentralización en la Comunidad Andina. FLACSO.
Daza, R., Ranaboldo, C., & Osio, C. (2020). Gestión territorial biocultural, aprendizajes hacia un desarrollo rural más resiliente. Revista de Agricultura, 61.
FAO. (2018). Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM). La biodiversidad agrícola y los ecosistemas resilientes. Prácticas agrícolas tradicionales e identidad cultural. FAO. http://www.fao.org/publications/card/en/c/I9187ES
Koohafkan, P., & Altieri, M. A. (2011). Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial: Un legado para el futuro. FAO. http://www.fao.org/3/a-i2232s.pdf
Magnaghi, A. (2013). The role of historical rural landscapes in territorial planning. En Italian Historical Rural Landscapes (pp. 131–139). Springer.
Manzur, M. I., Catacora, G., Cárcamo, M., Bravo, E., & Altieri, M. (Eds.). (2009). América Latina: La transgénesis de un continente. Red para una América Latina Libre de Transgénicos; Fundación Heinrich Böll; Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología SOCLA.
Mayta Chipana, F. (2016, junio 16). Efectos del cambio climático en el Altiplano boliviano. CIPCA – Análisis y Opinión. http://cipca.org.bo/analisis-y-opinion/cipcanotas/efectos-del-cambio-climatico-en-el-altiplano-boliviano
Min, Q., & Zhang, B. (2019). Research Progress in the Conservation and Development of China-Nationally Important Agricultural Heritage Systems (China-NIAHS). Sustainability, 12(1), 1–15.
Purcell, M., & Brown, J. C. (2005). Against the local trap: Scale and the study of environment and development. Progress in development studies, 5(4), 279–297.
Ramos Menar, B. (2019). Perspectivas de la planificación territorial en Bolivia. Revista Caribeña de Ciencias Sociales, julio. https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/07/planificacion-territorial-bolivia.html
Tapia Ponce, N. (2002). Agroecología y agricultura campesina sostenible en los Andes bolivianos. AGRUCO, Plural Editores.
Urioste, M. (2003). La reforma agraria abandonada: Valles y altiplano. En J. D. Vargas Vega (Ed.), Proceso Agrario en Bolivia y América Latina (pp. 19–51). Plural Editores.

 

Autoras:

Fabiana Navia Miranda

Arquitecta boliviana egresada de la Universidad Mayor de San Andrés con maestrías en Análisis
estructural de monumentos históricos en Portugal (Universidade do Minho), Conservación y
restauración del patrimonio cultural (Universita della Basilicata) y en Patrimonio Agrícola (Universita
di Firenze) en Italia. Actualmente es candidata a doctorado de la Universidad de Porto-Portugal e
investigadora del Laboratorio Nacional de Ingeniería Civil en Lisboa Portugal. El enfoque de su
investigación durante los últimos años es la gestión de riesgos (naturales y antropogénicos) en
patrimonio cultural y paisaje, además tiene experiencia laboral en la conservación del patrimonio
cultural en áreas rurales en Bolivia.

 

HUANCA PACO Ana Patricia

Ana Patricia Huanca Paco

Licenciada en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Artes, Diseño y Urbanismo
de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz Bolivia. Magister en Paisaje,
Patrimonio y Estudios Territoriales del Instituto Internacional de Formación Ambiental
en Madrid España.
Trabajó como Especialista en Paisaje Culturales de la Dirección General de Patrimonio
Cultural del Ministerio de Cultura y Turismo en Bolivia.
Actualmente es estudiante de la Maestría de Sistemas de Agricultura Patrimonial en la
Universidad de Florencia Italia.
Los aspectos en los que basa su desarrollo profesional y académico están orientados a
la Conservación y Gestión de Paisajes Culturales y Naturales, enfocados al desarrollo
sostenible de los territorios.

Thais Vargas

Thaís Vargas Díaz

Bióloga y lingüista boliviana egresada de Sorbonne Université en París, Thaís se especializó en la
Sociolingüística con una maestría de la Universidad Sorbonne Nouvelle.
Actualmente es alumna del Master Internacional en “Sistemas de Patrimonio Agrícola” de la
Universidad de Florencia, con el objetivo de formar especialistas en la identificación, conservación
dinámica y valorización de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).
Sus áreas de interés giran en torno a los vínculos entre prácticas discursivas y prácticas
agroalimentarias, y sobre la importancia de los conocimientos tradicionales y la identidad territorial.

 

 

 

Perspectivas para la implementación del enfoque SIPAM en los sistemas agroalimentarios de Bolivia.

Evaluación participativa de las variedades de papa en Colomi. Crédito: Bioversity International/P. Bordoni
Evaluación participativa de las variedades de papa en Colomi. Crédito: Bioversity International/P.
Bordoni

 

Autoras: Ana Patricia Huanca, Fabiana Navia Miranda, Thaís Vargas.

 

Los sistemas agrícolas son el resultado de la co-adaptación del ser humano y su territorio. En estos sistemas se pueden reconocer procesos históricos e interacciones complejas a diferentes niveles, contribuyendo al imaginario evolutivo del paisaje, y demostrando su capacidad adaptativa a las demandas humanas. En el caso particular de los sistemas agrícolas tradicionales, éstos se destacan por las características ligadas a la cultura local y a las diferentes sinergias sociales propias de cada contexto.

A nivel global, el 2002 surge el programa Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que busca reconocer, como su nombre indica, el patrimonio agrícola en el mundo, a fin de preservar y poner en valor los saberes y las técnicas, sostenibles y resilientes, que se relacionan con estos sistemas. En tiempos de crisis económica, social, sanitaria y de un amenazante cambio climático, alternativas de producción y consumo son necesarias.

El presente artículo pretende resaltar las oportunidades y los retos para la implementación del enfoque SIPAM en Bolivia, un país de gran diversidad biocultural, pero aún afectado por la pobreza y la desigualdad.

Palabras clave: SIPAM; Sistemas agroalimentarios; Resiliencia; Políticas públicas; Desarrollo territorial.

Panorama de los sistemas agroalimentarios en Bolivia

Los paisajes agrícolas, desde tiempos ancestrales, son la representación del trabajo de hombres y mujeres que impulsan sistemas agroalimentarios tanto para el consumo familiar como para el abastecimiento de pobladores vecinos. Es a través de conocimientos y saberes transmitidos por generaciones que se promueven modos de ordenar el espacio (Tapia Ponce, 2002, p. 34), permitiéndoles tener un manejo sustentable del territorio. En los últimos años, “el factor ambiental ligado al cambio climático incide en la pérdida de la cosecha” (Mayta Chipana, 2016) y a esto se suman los acelerados procesos de producción masiva, el uso de productos genéticamente modificados y los monocultivos. Este modelo económico extractivista tiene consecuencias importantes para los productores locales, que muchas veces dejan de ser beneficiarios directos, lo que ocasiona una desestabilización económica en las comunidades productoras y acrecienta las desigualdades, desencadenando una migración hacia áreas urbanas, bajo la aspiración de “mejorar la condición de vida” (Manzur et al., 2009).

Iniciar un proceso de reconocimiento de las contribuciones de la agricultura familiar y tradicional, indispensables para la seguridad y soberanía alimentaria, es un reto que involucra a la sociedad entera, más aún cuando estos territorios se ven amenazados por políticas estatales[1] que promueven la deforestación de los bosques, la ampliación de la frontera agrícola, el uso intensificado de los recursos naturales no renovables, la desaparición de la biodiversidad y otros factores que escapan del control humano, como la actual pandemia COVID-19. Por otra parte, en 2014, el Estado Boliviano promulga la Política de Alimentación y Nutrición en el marco del Saber Alimentarse para el Vivir Bien (Decreto Supremo N°2167), abriendo la posibilidad, al menos teóricamente, de iniciar procesos de fortalecimiento de sistemas agroalimentarios familiares y promoviendo alternativas desde el sector privado y la cooperación internacional para la valorización de sistemas desde una visión local y articuladora.

Por otro lado, un aspecto fundamental en Bolivia es el rol de la organización local interna, que promueve la planificación y cooperación conjunta entre los habitantes locales bajo el lema de “complementariedad y reciprocidad” (Urioste, 2003), y en casos cada vez más frecuentes, destaca roles antes invisibilizados, como el de la mujer y el de los jóvenes que asumen nuevas responsabilidades, así como el resguardo de saberes de los ancianos en las comunidades indígenas. En este proceso se fueron sumando nuevos aliados estratégicos a nivel nacional que se consolidaron en el tiempo, con proyectos en diferentes ámbitos. Un ejemplo es el trabajo realizado por el Proyecto Biocultura y Cambio Climático (impulsado por el Gobierno boliviano y la Cooperación Suiza), sobre desarrollo territorial local y territorios bioculturales. Otras iniciativas interesantes se han desarrollado sobre el Patrimonio Alimentario Regional, con MIGA (Movimiento de Integración Gastronómico Boliviano) y el financiamiento de la cooperación internacional (ICCO, Hivos, FIDA, Embajada de Francia); sobre territorios de agrobiodiversidad (FAO Bolivia); y sobre agricultura familiar y mercados (Proyecto Mercados Inclusivos con la Cooperación Suiza y Sueca, Swisscontact y RIMISP). En este sentido, diversas redes multi-actorales se han ido fortaleciendo horizontal y verticalmente en el territorio, poniendo en valor los sistemas agroalimentarios funcionales, resilientes y sostenibles que existen en Bolivia. De esta manera, hoy en día la organización local proactiva se ratifica como un sistema de identidad regional, convirtiéndose en una cualidad muy importante del país.

Desde hace algunos años, la importancia de dichas redes y territorios como alternativa de respuesta a las crisis actuales está en el centro de discusiones a nivel global. En este sentido, la FAO lanza un programa de reconocimiento de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) el 2002, a fin de valorizar sistemas agrícolas ingeniosos, que combinan agrobiodiversidad, ecosistemas resilientes, paisajes excepcionales y un patrimonio biocultural importante. Además de su valor estético, estos sistemas se basan en conocimientos y prácticas tradicionales particulares e importantes a nivel mundial, ya que representan diferentes formas de adaptación, así como múltiples formas de gestión de los territorios por parte de las comunidades que los habitan (FAO, 2018; Koohafkan & Altieri, 2011). En ese marco, el enfoque SIPAM tiene como objetivo reconocer la complejidad de las relaciones y dinámicas sociales, históricas, económicas y territoriales presentes en los sistemas agrícolas tradicionales.

 

Vista de la Laguna Corani en Colomi, territorio biocultural. Crédito: Thaís Vargas

 

La importancia de la conservación dinámica y de una planificación social con poder de decisión

El enfoque SIPAM concibe el territorio como un espacio productivo, social y multifuncional (Magnaghi, 2013; Min & Zhang, 2019). Esto permite que las fronteras entre conservación y desarrollo se difuminen, llevándonos a pensar estos conceptos como complementarios, más que como opuestos. Preservar un sistema de patrimonio agrícola bajo el enfoque SIPAM no significa regirse únicamente por las reglas estrictas de la conservación biológica, sino más bien pensar en una conservación dinámica de los territorios que nos permita valorizarlos siguiendo un desarrollo rural sostenible, social y ambientalmente responsable.

Al pensar en multifuncionalidad, preservación y valorización, queda claro que la planificación y el seguimiento de estos sistemas agrícolas no puede ser sino integral: debemos pensar en una planificación que articule la gestión de usos del suelo, el desarrollo rural, la agricultura, el manejo de los ecosistemas y del paisaje.

Por otro lado, el enfoque SIPAM toma en cuenta que los sistemas agrícolas evolucionan y son el resultado de largos procesos adaptativos de las comunidades a su entorno. En este sentido, otro concepto clave es el de conservación dinámica de los sistemas: las herramientas de planificación no sólo deben prever los constantes cambios de los sitios por factores naturales, sino también tomar en cuenta que las necesidades de las comunidades que los habitan son igualmente variables.

Esto nos lleva a un último concepto SIPAM a considerar para la planificación: los procesos participativos. Una buena herramienta de planificación responde a las necesidades de los territorios y de las comunidades, algo que sólo se logra entender desde los territorios mismos. El rol de dinamizadores y dinamizadoras territoriales, de redes y de una buena comunicación público-privada a diferentes niveles (de locales a internacionales) es clave para alcanzar una planificación del desarrollo territorial que sea integral e inclusiva.

Si bien tener un acercamiento conceptual de la planificación es importante, aterrizar estos conceptos en políticas públicas a nivel nacional es igual de necesario para obtener resultados más concretos y adaptados a cada territorio. Sin embargo, no hay una receta única: países andinos de Latinoamérica como Chile, Ecuador y Perú están por ejemplo planteando formas particulares y adaptadas de implementación del enfoque SIPAM para valorizar sus sitios importantes de patrimonio agrícola[2]. En el caso boliviano, pensar en futuras iniciativas SIPAM significa, entonces, pensar también en cómo estos principios y conceptos podrían adaptarse a nuestra realidad y articularse con la legislación actual.

Veamos por ejemplo las ventajas que ofrecen las herramientas de planificación existentes en Bolivia para introducir el enfoque SIPAM. En primer lugar, se debe considerar la importancia de nuestro capital social para la gobernanza territorial local. En lo que nos concierne, la Ley de Participación Popular de 1994 abrió las puertas a la participación de la sociedad civil en la planificación local y la toma de decisiones, además de impulsar la descentralización y redistribución efectiva de recursos a los municipios del país (Ayo, 2004; Blanes, 2003). Actualmente, el Sistema de Planificación Integral del Estado boliviano (Ley N°777, 2016) también hace énfasis en que los procedimientos sean consensuados en las comunidades, con la participación de varios actores.

Por otro lado, este sistema de planificación prevé también una planificación basada en la gestión de “sistemas de vida[3], con el fin de alcanzar simultáneamente sistemas productivos sustentables, erradicación de la extrema pobreza y conservación de funciones ambientales y componentes de la Madre Tierra. En este sentido, la planificación territorial del Estado se dice integral y articulada con el desarrollo, cuadrando conceptualmente bastante bien con los principios SIPAM. Sin embargo, este tipo de planificación en Bolivia aún no ha tenido resultados claros en los territorios (Daza et al., 2020; Ramos Menar, 2019), que muchas veces pueden encontrarse amenazados por tensiones políticas y/o conflictos socioambientales (más aún si pensamos, por ejemplo, en territorios indígenas como las Tierras Comunitarias de Origen).

Cabe resaltar que el sistema de planificación boliviano prevé además la posibilidad de desarrollar planes intersectoriales y multinivel, algo fundamental para una implementación exitosa del enfoque SIPAM en el país.

Finalmente, para pensar en el escalamiento del enfoque SIPAM hacia políticas públicas nacionales, será importante rescatar las experiencias y el trabajo realizado, por ejemplo, con territorios bioculturales, patrimonio alimentario regional y zonas de agrobiodiversidad, que mencionamos previamente. Si bien estos proyectos no fueron diseñados específicamente bajo los criterios SIPAM, son iniciativas multi-actorales manejadas desde los territorios, que tienen como objetivo la valorización y dinamización de sistemas agrícolas, el aumento de la resiliencia en dichos territorios, la conservación del patrimonio, entre otros.

 

Grupo de camélidos en Villazón. Crédito: Moyra Oblitas

 

Aplicar el enfoque SIPAM en Bolivia: ¿hacia una red nacional de Sistemas de Patrimonio Agrícola?

Como se mencionó anteriormente, tanto el panorama de nuestros sistemas agroalimentarios como las oportunidades de nuestra legislación ‒ aún con sus limitantes ‒ son favorables para trabajar de manera conjunta en un reconocimiento nacional que permita visibilizar estrategias, actores territoriales claves y sitios potenciales que podrían ser reconocidos y gestionados bajo el enfoque SIPAM de la FAO.

En 2019, en el marco de la tesis de la primera maestría SIPAM a nivel mundial, F. Navia realiza una revisión conceptual, un análisis de factibilidad y un diagnóstico de los retos que conllevaría la implementación del programa SIPAM en Bolivia. Con este propósito, la autora analiza el sistema de terrazas agrícolas para el control vertical de pisos ecológicos en el valle de Charazani en el departamento de La Paz como caso de estudio, territorio que cuenta ya con un reconocimiento internacional; una declaratoria UNESCO de patrimonio inmaterial. A continuación, se detallan las principales conclusiones del análisis por criterio que establece el formato internacional SIPAM.

(1) Seguridad alimentaria y de los medios de subsistencia: en este criterio, además de la identificación de las características establecidas, es importante resaltar la capacidad resiliente de los sistemas agrícolas bolivianos a las amenazas del cambio climático y modelos económicos extractivistas, que soportados en muchos casos por políticas de gobierno (ver nota 1), rompen e invaden las múltiples redes creadas en el territorio, que mantienen con vida muchos de los posibles sistemas candidatos y que en la crisis sanitaria actual se han visibilizado jugando un papel fundamental en la subsistencia de la población.

(2) Biodiversidad y función ecosistémica: este criterio significa un gran reto, ya que la investigación en este ámbito en el país es poca y de difícil acceso, sobre todo por el poco respaldo técnico y económico con el que cuenta.

(3) Sistemas de conocimiento y tecnologías adaptadas, (4) Cultura, sistemas de valores y organizaciones sociales: ambos criterios comparten la misma reflexión: es fundamental no caer en el apriorismo de la capacidad de las estrategias locales para lograr sistemas ecológicos y socialmente justos, lo que Purcell & Brown (2005) denominan la “local trap”. En Bolivia existe la tendencia de relacionar todo lo ancestral, histórico, rural, indígena con buenas prácticas, por lo tanto, intocables, esta tendencia cancela cualquier capacidad de crítica, que en el caso de los SIPAM es fundamental, principalmente porque uno de sus principales objetivos es promover la conservación dinámica que acepta y motiva el cambio (sostenible y consciente) en los territorios y sistemas agrícolas.

(5) Paisajes Excepcionales: según el formato SIPAM, en este criterio se delimita el sitio en términos geográficos y se hace una descripción del paisaje, por medio de mapas de usos de suelo. Sin duda este criterio también significa un reto, principalmente en términos de recursos técnicos y económicos. La delimitación del área SIPAM no tiene directrices específicas, se adapta a las características de cada sitio, en el caso de Bolivia, hablando en términos legales y de gestión, los límites administrativos establecidos y las responsabilidades compartidas entre los diferentes niveles de gobierno, que a pesar de estar reglamentados en la práctica[4], se encuentran en constante disputa por la falta de claridad e interpretación de la propia ley, dificultando el proceso de delimitación del territorio a ser reconocido.

A pesar de que el sistema estudiado cumple a cabalidad con los 5 criterios SIPAM, la falta de institucionalidad en el territorio y particularmente la confusión en relación con las competencias de los diferentes actores (comunidades, municipio y demás niveles de gobierno) en la toma de decisión y administración del territorio y sus recursos, representa un importante obstáculo para la implementación del programa SIPAM en el sitio. El estudio llevó a concluir entonces, que aun contando con las características establecidas de un potencial SIPAM, es indispensable considerar también otros aspectos como la institucionalidad y la gobernanza, y en este sentido, apuntar por una planificación integral aprovechando las oportunidades que ofrece nuestra normativa, como se mencionó anteriormente.

Por otro lado, ese mismo año se consiguió organizar el primer conversatorio SIPAM en Bolivia, con la colaboración de organizaciones expertas (Proyecto Biocultura y Cambio Climático/Pro-Rural, Hivos, Plataforma Diversidad Biocultural y Territorios), la oficina FAO Bolivia, e invitados nacionales e internacionales. El evento tenía como objetivo presentar el programa y sus posibilidades de implementación en Bolivia, además de una reflexión conjunta sobre la adaptabilidad y disponibilidad de la realidad boliviana a los criterios internacionales SIPAM, para finalmente analizar el camino más prudente para su inclusión y futura implementación en el territorio.

Mediante este intercambio de experiencias y gracias a una retroalimentación constante entre actores nacionales y especialistas en la temática, se conforma una red regional de propuesta e innovación enfocada en repensar los territorios y la agricultura a través del programa SIPAM, cuya mayor fortaleza no es el reconocimiento internacional, sino las contribuciones que el proceso puede aportar a los sistemas de patrimonio agrícola en la escala local, y que continúa trabajando este 2020. Bajo esta perspectiva, se reconoce también la importancia de construir una estrategia para implementar el enfoque SIPAM en Bolivia, partiendo por ejemplo con la creación de una red nacional de Sistemas Importantes de Patrimonio Agrícola, o SIPAN. Este reconocimiento a nivel nacional sería un primer paso para poder trabajar por una declaratoria SIPAM en el futuro.

A lo largo de este artículo se pudo ver que implementar el enfoque SIPAM en Bolivia es una alternativa atractiva, en el sentido en que posibilita la valorización y preservación de nuestros sistemas de patrimonio agrícola, considerando tanto la sostenibilidad económica de las comunidades, como la sostenibilidad ambiental de nuestros territorios. Las políticas públicas de planificación y de gestión propuestas por el Estado boliviano son conceptualmente interesantes, y aunque muchas veces puedan ser contradictorias, generan la apertura necesaria para adaptar enfoques como el del programa SIPAM.

Superar los problemas estructurales de nuestra sociedad, economía y medio ambiente es un reto que nos concierne a todos y todas, y en este sentido, implementar propuestas innovadoras para un desarrollo territorial inclusivo, sostenible y con identidad se vuelve una necesidad. El camino que nos queda por recorrer es largo, pero oportuno.

[1] El compendio de normas estatales que aprueban los desmontes e incendios, parten de las Leyes Nacionales: Ley 337 Perdonazo de desmontes, Ley 502 Ampliación Perdonazo, Ley 739 nueva ampliación del perdonazo, Ley 740 Ampliación tiempo de función Económico Social, Ley 741 Desmontes de 20 hectáreas, Ley 1171 Manejo de quemas; Ley departamental PLUS del Beni; Decretos Supremos: Decreto 3874 Procedimiento abreviado de Soya Transgénicos, Decreto 3973 Quemas controladas Beni y Santa Cruz, Decreto 4232 de 10 días de transgénicos y Decreto 4238 de 40 días de transgénicos. 
[2] Actualmente esta región cuenta con dos SIPAM reconocidos (la agricultura del archipiélago de Chiloé en Chile y la agricultura andina en el Perú), además de dos en proceso de reconocimiento (la chakra andina y la chakra amazónica del Ecuador). En Chile, el exitoso SIPAM de Chiloé fue el primer paso para escalar a políticas públicas bajo los criterios FAO, pero centrándose sobre todo en la valorización del patrimonio biocultural de los territorios y la agricultura agroecológica y familiar. En el caso del Ecuador, el camino fue inverso: el primer paso fue implementar una red nacional (SIPAN) articulando inclusión social, conservación de la agrobiodiversidad y salvaguarda del patrimonio inmaterial, para luego apuntar a las declaratorias SIPAM. En Perú, actualmente se está trabajando con Zonas de Agrobiodiversidad (ZAB).
[3] Los sistemas de vida están definidos como “comunidades organizadas y dinámicas de plantas, animales, micro organismos y otros seres y su entorno, donde interactúan las comunidades humanas y el resto de la naturaleza como una unidad funcional, bajo la influencia de factores climáticos, fisiográficos y geológicos, así como de las prácticas productivas, la diversidad cultural de las bolivianas y los bolivianos, incluyendo las cosmovisiones de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, las comunidades interculturales y afrobolivianas.” (Ley N°300 Marco de la Madre Tierra y desarrollo integral para Vivir Bien, 2012).
[4] Capítulo octavo, Artículos 297-305 de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia correspondiente a la Distribución de Competencias de los distintos niveles de gobierno.

 

 

Referencias
Ayo, D. (2004). Voces críticas de la descentralización: Una década de Participación Popular (1a ed.). Plural editores.
Blanes, J. (2003). La descentralización en Bolivia: Avances y retos actuales. En F. Carrión (Ed.), Procesos de descentralización en la Comunidad Andina. FLACSO.
Daza, R., Ranaboldo, C., & Osio, C. (2020). Gestión territorial biocultural, aprendizajes hacia un desarrollo rural más resiliente. Revista de Agricultura, 61.
FAO. (2018). Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM). La biodiversidad agrícola y los ecosistemas resilientes. Prácticas agrícolas tradicionales e identidad cultural. FAO. http://www.fao.org/publications/card/en/c/I9187ES
Koohafkan, P., & Altieri, M. A. (2011). Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial: Un legado para el futuro. FAO. http://www.fao.org/3/a-i2232s.pdf
Magnaghi, A. (2013). The role of historical rural landscapes in territorial planning. En Italian Historical Rural Landscapes (pp. 131–139). Springer.
Manzur, M. I., Catacora, G., Cárcamo, M., Bravo, E., & Altieri, M. (Eds.). (2009). América Latina: La transgénesis de un continente. Red para una América Latina Libre de Transgénicos; Fundación Heinrich Böll; Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología SOCLA.
Mayta Chipana, F. (2016, junio 16). Efectos del cambio climático en el Altiplano boliviano. CIPCA – Análisis y Opinión. http://cipca.org.bo/analisis-y-opinion/cipcanotas/efectos-del-cambio-climatico-en-el-altiplano-boliviano
Min, Q., & Zhang, B. (2019). Research Progress in the Conservation and Development of China-Nationally Important Agricultural Heritage Systems (China-NIAHS). Sustainability, 12(1), 1–15.
Purcell, M., & Brown, J. C. (2005). Against the local trap: Scale and the study of environment and development. Progress in development studies, 5(4), 279–297.
Ramos Menar, B. (2019). Perspectivas de la planificación territorial en Bolivia. Revista Caribeña de Ciencias Sociales, julio. https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/07/planificacion-territorial-bolivia.html
Tapia Ponce, N. (2002). Agroecología y agricultura campesina sostenible en los Andes bolivianos. AGRUCO, Plural Editores.
Urioste, M. (2003). La reforma agraria abandonada: Valles y altiplano. En J. D. Vargas Vega (Ed.), Proceso Agrario en Bolivia y América Latina (pp. 19–51). Plural Editores.

 

Autoras:

Fabiana Navia Miranda

Arquitecta boliviana egresada de la Universidad Mayor de San Andrés con maestrías en Análisis
estructural de monumentos históricos en Portugal (Universidade do Minho), Conservación y
restauración del patrimonio cultural (Universita della Basilicata) y en Patrimonio Agrícola (Universita
di Firenze) en Italia. Actualmente es candidata a doctorado de la Universidad de Porto-Portugal e
investigadora del Laboratorio Nacional de Ingeniería Civil en Lisboa Portugal. El enfoque de su
investigación durante los últimos años es la gestión de riesgos (naturales y antropogénicos) en
patrimonio cultural y paisaje, además tiene experiencia laboral en la conservación del patrimonio
cultural en áreas rurales en Bolivia.

 

HUANCA PACO Ana Patricia

Ana Patricia Huanca Paco

Licenciada en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Artes, Diseño y Urbanismo
de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz Bolivia. Magister en Paisaje,
Patrimonio y Estudios Territoriales del Instituto Internacional de Formación Ambiental
en Madrid España.
Trabajó como Especialista en Paisaje Culturales de la Dirección General de Patrimonio
Cultural del Ministerio de Cultura y Turismo en Bolivia.
Actualmente es estudiante de la Maestría de Sistemas de Agricultura Patrimonial en la
Universidad de Florencia Italia.
Los aspectos en los que basa su desarrollo profesional y académico están orientados a
la Conservación y Gestión de Paisajes Culturales y Naturales, enfocados al desarrollo
sostenible de los territorios.

Thais Vargas

Thaís Vargas Díaz

Bióloga y lingüista boliviana egresada de Sorbonne Université en París, Thaís se especializó en la
Sociolingüística con una maestría de la Universidad Sorbonne Nouvelle.
Actualmente es alumna del Master Internacional en “Sistemas de Patrimonio Agrícola” de la
Universidad de Florencia, con el objetivo de formar especialistas en la identificación, conservación
dinámica y valorización de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).
Sus áreas de interés giran en torno a los vínculos entre prácticas discursivas y prácticas
agroalimentarias, y sobre la importancia de los conocimientos tradicionales y la identidad territorial.